Una mujer muerta se mueve apenas por el vaivén del agua, ligada a un muelle de una isla del Tigre. Las versiones de esa muerte se contradicen, se oponen, se niegan en un juego que dos rivales llevan hasta las últimas consecuencias: el de negar al otro, el de incriminar al otro.
El policial, como género, nace del encierro, de la opresión, incluso si es una ciudad entera la que oprime, la que asfixia. La literatura erótica parece también necesitar de esos encierros forzados, de una cantidad limitada de participantes en un lugar acotado. La novela, en todo caso, propone superponer ambos géneros en un mismo espacio, en una misma reclusión: una isla del Tigre a la que no se puede llegar, de la que no se puede salir.
La muerte, el encierro, el sexo convergen en La gala, que es exhibición y galaxia a la vez, en la que hay amantes despechados, un taller literario, acrobacias eróticas, cenas oníricas, peces, misterios, tapires, constelaciones, dos choros cordobeses y cuarteteros que navegan a la deriva, bosques, perros de caza, instrumentos dignos de un sex-shop, estatuas, leyendas, una constelación particular.
Ezequiel Bajder ha escrito una novela que indaga en la realidad, en la que nada es lo que parece y lo que realmente es algo, no importa: el verdadero encierro está en una prosa hipnótica que acompaña al lector como la cadencia de un río.
El policial, como género, nace del encierro, de la opresión, incluso si es una ciudad entera la que oprime, la que asfixia. La literatura erótica parece también necesitar de esos encierros forzados, de una cantidad limitada de participantes en un lugar acotado. La novela, en todo caso, propone superponer ambos géneros en un mismo espacio, en una misma reclusión: una isla del Tigre a la que no se puede llegar, de la que no se puede salir.
La muerte, el encierro, el sexo convergen en La gala, que es exhibición y galaxia a la vez, en la que hay amantes despechados, un taller literario, acrobacias eróticas, cenas oníricas, peces, misterios, tapires, constelaciones, dos choros cordobeses y cuarteteros que navegan a la deriva, bosques, perros de caza, instrumentos dignos de un sex-shop, estatuas, leyendas, una constelación particular.
Ezequiel Bajder ha escrito una novela que indaga en la realidad, en la que nada es lo que parece y lo que realmente es algo, no importa: el verdadero encierro está en una prosa hipnótica que acompaña al lector como la cadencia de un río.
La gala | Ezequiel Bajder
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Una mujer muerta se mueve apenas por el vaivén del agua, ligada a un muelle de una isla del Tigre. Las versiones de esa muerte se contradicen, se oponen, se niegan en un juego que dos rivales llevan hasta las últimas consecuencias: el de negar al otro, el de incriminar al otro.
El policial, como género, nace del encierro, de la opresión, incluso si es una ciudad entera la que oprime, la que asfixia. La literatura erótica parece también necesitar de esos encierros forzados, de una cantidad limitada de participantes en un lugar acotado. La novela, en todo caso, propone superponer ambos géneros en un mismo espacio, en una misma reclusión: una isla del Tigre a la que no se puede llegar, de la que no se puede salir.
La muerte, el encierro, el sexo convergen en La gala, que es exhibición y galaxia a la vez, en la que hay amantes despechados, un taller literario, acrobacias eróticas, cenas oníricas, peces, misterios, tapires, constelaciones, dos choros cordobeses y cuarteteros que navegan a la deriva, bosques, perros de caza, instrumentos dignos de un sex-shop, estatuas, leyendas, una constelación particular.
Ezequiel Bajder ha escrito una novela que indaga en la realidad, en la que nada es lo que parece y lo que realmente es algo, no importa: el verdadero encierro está en una prosa hipnótica que acompaña al lector como la cadencia de un río.
El policial, como género, nace del encierro, de la opresión, incluso si es una ciudad entera la que oprime, la que asfixia. La literatura erótica parece también necesitar de esos encierros forzados, de una cantidad limitada de participantes en un lugar acotado. La novela, en todo caso, propone superponer ambos géneros en un mismo espacio, en una misma reclusión: una isla del Tigre a la que no se puede llegar, de la que no se puede salir.
La muerte, el encierro, el sexo convergen en La gala, que es exhibición y galaxia a la vez, en la que hay amantes despechados, un taller literario, acrobacias eróticas, cenas oníricas, peces, misterios, tapires, constelaciones, dos choros cordobeses y cuarteteros que navegan a la deriva, bosques, perros de caza, instrumentos dignos de un sex-shop, estatuas, leyendas, una constelación particular.
Ezequiel Bajder ha escrito una novela que indaga en la realidad, en la que nada es lo que parece y lo que realmente es algo, no importa: el verdadero encierro está en una prosa hipnótica que acompaña al lector como la cadencia de un río.
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