Testigos invisibles  |  Agustina Caride

Basta, Any, me digo, es solo un sueño. Pero ¿y si no? ¿Y si no lo es? ¿Por qué, entonces, es tan intenso? ¿Por qué me levanto cansada, exhausta, aturdida? Me gustaría decirle esto a Ita, mientras estamos en clase, porque ella es mi amiga y me va a entender. Sin embargo, le escribo sobre Sonia. “¿Tu vecina, la que nunca nadie vio? ¿La que se esfumó?”, me responde por whatsapp. Sí, pienso, esa, Ita, la que me enseñó a verla, la que me puede hablar de los sueños y de lo que se ve con los ojos cerrados. ¿Y si el sueño no es un sueño? ¿Y si mi vecina, a la que nunca nadie vio, nunca estuvo? ¿Si la casa de abajo a la mía sigue tan abandonada como siempre? Pienso eso y tipeo en el teléfono para Ita: “Necesito que me ayudes”.

Any vive con su mamá y su hermano Juanjo. Cursa el último año de la escuela secundaria. Es callada, poco sociable, prefiere el silencio. Tal vez algo más desde que su papá murió. No hace mucho conoció a Sonia, una inesperada vecina, que ocupó la casa de abajo a la suya. Sin embargo, un día, Sonia se fue con la misma rapidez con la que había llegado. Any necesita encontrarla, necesita saber que ella estaba allí, que las cosas que le dijo, las cosas que la hicieron sentir bien son ciertas, que suceden. Junto a Ita y a Juanjo va a buscar a Sonia, va a tratar de entender los sueños que, tal vez, no sean sueños, va a buscarse a sí misma como quien persigue algo imposible: como quien puede ver los colores de lo invisible.

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Basta, Any, me digo, es solo un sueño. Pero ¿y si no? ¿Y si no lo es? ¿Por qué, entonces, es tan intenso? ¿Por qué me levanto cansada, exhausta, aturdida? Me gustaría decirle esto a Ita, mientras estamos en clase, porque ella es mi amiga y me va a entender. Sin embargo, le escribo sobre Sonia. “¿Tu vecina, la que nunca nadie vio? ¿La que se esfumó?”, me responde por whatsapp. Sí, pienso, esa, Ita, la que me enseñó a verla, la que me puede hablar de los sueños y de lo que se ve con los ojos cerrados. ¿Y si el sueño no es un sueño? ¿Y si mi vecina, a la que nunca nadie vio, nunca estuvo? ¿Si la casa de abajo a la mía sigue tan abandonada como siempre? Pienso eso y tipeo en el teléfono para Ita: “Necesito que me ayudes”.

Any vive con su mamá y su hermano Juanjo. Cursa el último año de la escuela secundaria. Es callada, poco sociable, prefiere el silencio. Tal vez algo más desde que su papá murió. No hace mucho conoció a Sonia, una inesperada vecina, que ocupó la casa de abajo a la suya. Sin embargo, un día, Sonia se fue con la misma rapidez con la que había llegado. Any necesita encontrarla, necesita saber que ella estaba allí, que las cosas que le dijo, las cosas que la hicieron sentir bien son ciertas, que suceden. Junto a Ita y a Juanjo va a buscar a Sonia, va a tratar de entender los sueños que, tal vez, no sean sueños, va a buscarse a sí misma como quien persigue algo imposible: como quien puede ver los colores de lo invisible.