Un padre, un hijo, un muerto en el baúl de un auto. Las calles de una ciudad costera que es Mar del Plata, pero que puede ser cualquier otra. Un periplo módico, contenido, encerrado, asfixiante.
Un contador, su hijo, un cliente rengo, un desfalco, mucho dinero, un asesinato, un viaje a Dominicana: el paraíso irrespirable de la clase media que sabe guardar las apariencias, pero que tiene algo que esconder. Algo que se pudre en el baúl de un auto.
Un apellido común, Méndez, que no es tan común ni tan infrecuente. Así, entre lo cotidiano y lo insólito, en ese terreno inestable como una playa, se mueve la novela. En ese lugar en el que avanzar es difícil, complicado, con los pies que se hunden en la arena, sin la liviandad del agua o la firmeza del suelo. En ese lugar de imposibilidades en el que aparecen la violencia, la avaricia, la enemistad.
Sebastián Chilano ha construido Méndez como un mazo de cartas: las mezcla, las reparte, las vuelve a mezclar y repartir. Nada es lo que parece, nada tiene un orden prefijado, aunque los elementos sean siempre los mismos: violencia, avaricia, enemistad, un contador, su hijo, un muerto en el baúl del auto y la confirmación de que Chilano es uno de los mejores escritores de novela negra del momento.
Un contador, su hijo, un cliente rengo, un desfalco, mucho dinero, un asesinato, un viaje a Dominicana: el paraíso irrespirable de la clase media que sabe guardar las apariencias, pero que tiene algo que esconder. Algo que se pudre en el baúl de un auto.
Un apellido común, Méndez, que no es tan común ni tan infrecuente. Así, entre lo cotidiano y lo insólito, en ese terreno inestable como una playa, se mueve la novela. En ese lugar en el que avanzar es difícil, complicado, con los pies que se hunden en la arena, sin la liviandad del agua o la firmeza del suelo. En ese lugar de imposibilidades en el que aparecen la violencia, la avaricia, la enemistad.
Sebastián Chilano ha construido Méndez como un mazo de cartas: las mezcla, las reparte, las vuelve a mezclar y repartir. Nada es lo que parece, nada tiene un orden prefijado, aunque los elementos sean siempre los mismos: violencia, avaricia, enemistad, un contador, su hijo, un muerto en el baúl del auto y la confirmación de que Chilano es uno de los mejores escritores de novela negra del momento.
Méndez | Sebastián Chilano
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Un padre, un hijo, un muerto en el baúl de un auto. Las calles de una ciudad costera que es Mar del Plata, pero que puede ser cualquier otra. Un periplo módico, contenido, encerrado, asfixiante.
Un contador, su hijo, un cliente rengo, un desfalco, mucho dinero, un asesinato, un viaje a Dominicana: el paraíso irrespirable de la clase media que sabe guardar las apariencias, pero que tiene algo que esconder. Algo que se pudre en el baúl de un auto.
Un apellido común, Méndez, que no es tan común ni tan infrecuente. Así, entre lo cotidiano y lo insólito, en ese terreno inestable como una playa, se mueve la novela. En ese lugar en el que avanzar es difícil, complicado, con los pies que se hunden en la arena, sin la liviandad del agua o la firmeza del suelo. En ese lugar de imposibilidades en el que aparecen la violencia, la avaricia, la enemistad.
Sebastián Chilano ha construido Méndez como un mazo de cartas: las mezcla, las reparte, las vuelve a mezclar y repartir. Nada es lo que parece, nada tiene un orden prefijado, aunque los elementos sean siempre los mismos: violencia, avaricia, enemistad, un contador, su hijo, un muerto en el baúl del auto y la confirmación de que Chilano es uno de los mejores escritores de novela negra del momento.
Un contador, su hijo, un cliente rengo, un desfalco, mucho dinero, un asesinato, un viaje a Dominicana: el paraíso irrespirable de la clase media que sabe guardar las apariencias, pero que tiene algo que esconder. Algo que se pudre en el baúl de un auto.
Un apellido común, Méndez, que no es tan común ni tan infrecuente. Así, entre lo cotidiano y lo insólito, en ese terreno inestable como una playa, se mueve la novela. En ese lugar en el que avanzar es difícil, complicado, con los pies que se hunden en la arena, sin la liviandad del agua o la firmeza del suelo. En ese lugar de imposibilidades en el que aparecen la violencia, la avaricia, la enemistad.
Sebastián Chilano ha construido Méndez como un mazo de cartas: las mezcla, las reparte, las vuelve a mezclar y repartir. Nada es lo que parece, nada tiene un orden prefijado, aunque los elementos sean siempre los mismos: violencia, avaricia, enemistad, un contador, su hijo, un muerto en el baúl del auto y la confirmación de que Chilano es uno de los mejores escritores de novela negra del momento.
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